martes, 12 de mayo de 2015

La lista de la verdulería



Son las 00:50 del veintidós de abril del dos mil quince; todavía es más la noche de un martes que la madrugada de un miércoles. Ezequiel Romero acaba de terminar de leer El huevo y la gallina, un cuento de Clarice Lispector, y luego inicia su sesión de Facebook.
Usted sabe que en Facebook hay una biografía y una página de novedades. La biografía es la parte donde se publica información, que puede ser acerca de uno mismo o de un interés que se tenga; luego, lo que se publica en la biografía, aparece listado en las novedades de las personas que uno tenga como contacto. Así funciona la “socialidad” de esta red social. En teoría, cada página personal de Facebook es distinta y cada página de novedades tendrá la información de contactos específicos. Mi Facebook me mostrará las publicaciones de mis contactos, y a usted, las publicaciones de los suyos, y así sucesivamente. El uso, en sí, es individual; sin embargo, hay también una función que permite el contacto en vivo con otro usuario.
Aparece el nombre Meroro Quieleze en mi lista de contactos, seguido de un círculo pequeño de color verde que indica que está disponible en el chat. Lo saludo, me saluda, y le cuento que voy a escribir un perfil suyo. Él está al tanto y acepta participar en una entrevista. Lo mejor es realizarla en persona, pero al cotejar los horarios, encontramos que esta semana no coinciden. Entonces me dispongo entrevistarlo ahora mismo, a través de Internet. “¿Qué hacías recién, cuando te hablé?”, le pregunto. Ezequiel está investigando a Clarice, que es una escritora brasilera de difícil clasificación (ella misma define su estilo como un “no estilo”).
La conoció primero a través de fotos. Conocidos suyos la habían empezado a leer, pero, en ese momento, él aún no. Le había parecido “misteriosa, bella, algo fría, o más vale seductora, pero distante, como posando de señora bien”. Pero explica que hay que leerla para entender que es más que solo una bella apariencia. La buscó en Internet, encontró textos y llegó a incluirlos en sus performances. Más tarde, se compró un libro de ella en la Feria del Libro, pero le pareció difícil y lo dejó. Como este cuatrimestre, Ezequiel está cursando Literatura brasilera, leyó otra novela de Clarice, y ahora está pasando a leer a autores que escriben sobre ella.
Acerca de El huevo y la gallina, Ezequiel resume: “Es una mujer que se levanta y ve un huevo y empieza a filosofar sobre eso, y sobre el huevo y la gallina, y aunque da vueltas y vueltas sobre esa relación, no tiene mucho más argumento, entonces, es una especie de delirio total, que ni la autora misma comprendió qué significaba o qué quería decir”. Para él, está lleno de significados pero le parece que quizá el modo en que están ahí puestos dentro (de eso que se pregunta si es acaso un cuento) es hermético. Le gusta la forma de escribir de Clarice porque, desde antes de leerla, él también escribe un poco así; le gusta ese no-estilo. Los temas que ambos tratan son “la percepción de la realidad, lo subjetivo, lo metaficcional, la experiencia, la memoria, algo que es medio lírico, pero que también puede ser descarnado”.
De repente, Ezequiel pregunta “¿algo más?” Claramente, quiere ir redondeando la conversación; es, después de todo, casi la una de la mañana. Me hace pensar que quizá estoy haciendo las preguntas como si estuviera haciendo compras en una verdulería. Se lo comento y se ríe “jajaja”. “A ella le gusta eso—a Clarice—cortar de golpe con el estereotipo”; y la conversación continua.
Se acuerda de su amiga Klaudia (“con K”, aclara), de la primera vez que la oyó recitar. “Ella leía una especie de lista del supermercado, no era una lista, claro, era un poema, y lo decía en un recital de poesía, pero sonaba, por cómo lo decía, a una lista”. Pienso en la actividad de escuchar poesía, en lugar de leerla, y le pregunto su opinión al respecto. Para Ezequiel eso depende del poema. “Porque puede ser un poema maravilloso para ser leído, como ciertos poemas modernos (la poesía concreta, por ejemplo) que juegan con la forma, las palabras, el blanco de la página, la materialidad de la escritura, y hay otros que son espléndidos cuando se los oye o se los dice en voz alta, porque ahí entra la voz, el sentido de la pronunciación o el énfasis de ciertas palabras”.
El primer seminario sobre performance al que Ezequiel atendió fue precisamente un seminario de poesía y performance que dictó Cecilia Vicuña —artista plástica, poeta y performer chilena— en el Centro Cultural Rojas. Su primer performance pública, la hizo al término de ese seminario. Continuando sobre el tema de la escucha o la lectura de la poesía, Ezequiel reflexiona que en ambos casos hay cosas que hacen importante a cada una de las actividades, pero como performer él prefiere la voz, que es lo que utiliza en sus acciones. Graba sonidos en su celular: notas de voz, ruidos, sonidos de instrumentos, etcétera; a veces los utiliza como preparativo para las acciones, otras, como audios completos. Acumula una importante biblioteca de sonidos.
Pasaron varios minutos desde su última respuesta. Me está entrando sueño. Busco el círculo verde al costado de su nombre en la lista de contactos. Ha desaparecido. Meroro se debe haber ido a dormir, o ha dado por terminada la entrevista, porque yo también he dejado de responder. Quizá no es ninguna de las dos opciones ya que, al navegar hacia otra página web, utilizando la misma solapa de cualquier buscador, Facebook se desconecta. En todo caso, no importa, se ha terminado el martes y ya estoy quemando el descanso para el miércoles.
Me voy a dormir pensando en una entrevista reciente que le concedió Ezequiel al fanzine “Nosotros”. Cuando se le pide que se presente, él explica un riesgo de sobre-escribir su máscara. Aquí aparece una idea de máscara como objeto que a la vez define y oculta la identidad. Más tarde, al final de la entrevista, le preguntan qué pasaría en la sociedad si las personas utilizaran máscaras en la vida cotidiana. La pregunta estaba pensada lúdicamente, refiriéndose al uso concreto del objeto máscara, por ejemplo, en la calle o en el tren; sin embargo, la respuesta de Ezequiel desarrolla una abstracción: “¿Máscaras? Creo que se usan todo el tiempo. El maquillaje es una máscara, la ropa es un disfraz, ¡Todo es una máscara! La gente, al despertarse, quiere elegir una identidad, ponérsela y ser esa máscara durante ese día, o durante unos días. ¿Qué pasaría si la gente NO usara máscaras? Eso sería lo interesante.”
Por su virtualidad, las redes sociales definen y ocultan, habilitan el juego de mascaradas. Un avatar en internet, por ejemplo, es una representación gráfica, generalmente humana, que se asocia a un usuario para su identificación. Cuando una persona actualiza su foto de perfil, este tipo de construcción de identidad ocurre, se actualiza la biografía.
No sé qué hace usted todavía leyendo; yo ya me fui a dormir. Quizá, mi inconsciente continúa escribiendo o su desvelo continúa leyendo. El nombre Meroro Quieleze es una operación sobre “Ezequiel Romero”, un anagrama del nombre de un performer. Explorar si hace uso “performático” de la red social resulta una clave interesante para traslucir la máscara. A priori, pareciera que es inaplicable; en una perfomance hay un carácter presencial y efímero del acto que es difícil adaptar a la materialidad de una red social. Aparte, en este momento, tan tarde o tan temprano, ya no estamos ante la biografía de Meroro Quieleze; a duras penas, vemos el perfil de Ezequiel Romero.

Sin embargo, al día siguiente, a las 00:33 del jueves veintitrés de abril, aparecerá publicada una cita de Água viva, de Clarice Lispector: “Un espejo es frío y hielo. Pero hay una sucesión de oscuridades en su interior —comprender esto es un instante excepcional— y es preciso estar al acecho días y noches, en ayunas de uno mismo, para poder captar y sorprender esa sucesión de oscuridades que hay en su interior. Con los colores blanco y negro capturo en la tela la luminosidad trémula. Con el mismo blanco y negro capturo también, con un escalofrío, una de sus verdades más difíciles: su gélido silencio sin color. Es necesario entender la violenta ausencia de color de un espejo para poder recrearlo, como si se recrease la violenta ausencia de sabor del agua”.

martes, 5 de mayo de 2015

Cómo escribir un perfil


            En primer lugar pare de llorar, séquese las lágrimas y suénese los mocos. Al descongestionar las vías nasales podrá sentir su propio olor a chivo, la falta de higiene es uno de los primeros síntomas de la depresión, sepa que la escritura de un perfil, y esto es muy importante, no es razón suficiente para deprimirse. La vida está para vivirla y el mundo es un lugar hermoso lleno de personas interesantes, personas sobre las cuales usted podrá escribir perfiles alucinantes siguiendo, en el orden presentado, estos tres simples pasos: elija a un personaje, conozca a su personaje y escriba el perfil.
            Un perfil es un texto cuyo tema es la vida de una persona. Puede ser una persona real, viva o muerta, o un personaje de ficción. Con respecto al primer paso, el personaje puede ser elegido por usted, o bien, designado por encargo. Un personaje de perfil es, en última instancia, una persona de interés, ya sea para usted o para un público determinado. Es importante tomar conciencia de que se va a estar creando un personaje desde el momento en que se ponga a redactar la primera oración del perfil. Esto es así aún cuando la persona que usted haya elegido exista en el mundo real, porque un texto, por más elaborado o sofisticado que sea, jamás podrá abarcar en su totalidad las combinaciones y complejidades que conforman una vida humana. Mi consejo, en este caso, es que no trate de reproducir a la persona que usted está perfilando, en cambio, encárguese de perfilarla, valga la redundancia, de la forma que mejor represente la realidad que usted haya descubierto o aprendido acerca de su sujeto. La representación de un sujeto o persona es un personaje.

            El segundo paso es, si se quiere hacer una analogía, conseguir los ingredientes o la materia prima. La función del perfil es dar a conocer al sujeto que ha elegido o se le ha designado, por eso es vital que usted conozca al sujeto primero. Para ello, cualquier medio, cualquier tipo de fuente, es válido (fotografías, textos, testimonios de amigos o conocidos, información de redes sociales, el trabajo o la obra de la persona, etc.), pero en el caso particular de que su personaje sea una persona viva, y al alcance de sus posibilidades materiales, la mejor práctica para conocer a la persona será la entrevista. Una entrevista es un encuentro entre dos, o más, personas donde se intercambian ideas e información a través de preguntas y respuestas. Existen distintos tipos de entrevistas, como, por ejemplo, las entrevistas periodísticas o las entrevistas de trabajo, lo que distingue a un tipo de entrevista de otro son los temas que se tratan a través de las preguntas y respuestas. En el caso del perfil, usted ya sabe (por la explicación del primer paso) cuál es el tema que va a estar trabajando. Recuerde, en este segundo paso, que el objetivo es conocer al personaje.

            Se pueden usar distintas técnicas y métodos para realizar una buena entrevista pero ese no es el tema de este texto. Sí le voy a dar un consejo, que en realidad sirve para el uso de cualquier tipo de fuente, pero que le resultará de particular utilidad a la hora de afrontar el tercer y último paso. El consejo es: tome notas. Es importante que usted haga apuntes como si estuviera estudiando para un examen en la universidad. Si al entrevistado lo intimida o inhibe el hecho de que usted esté escribiendo en su cuadernito, como si de una sesión de psicoanálisis se tratara, no importa, en todo caso, cuando haya concluido la entrevista, haga el esfuerzo de anotar lo que sea que recuerde o lo que más lo haya impresionado. Usted estará produciendo los ingredientes que en el siguiente paso va a cocinar. La materia prima son las ideas que usted anote. En el caso de que sí disponga de una grabación de la entrevista, es igual de relevante que haga un desgravado, o bien, que simplemente tome notas.

            El último paso es escribir el perfil. No, no se ponga a llorar de vuelta (tome, aquí tiene un pañuelo), trate de relajarse. Escribir puede ser una actividad placentera, volveremos sobre este punto más tarde. Usted tiene que escribir un texto sobre una persona, si logra hacer eso, tendrá un perfil entre sus manos. Claro que puede ser un mejor o peor perfil, seguro, se lo puede elaborar y mejorar, pero con que cumpla este requisito básico se logra, para bien o para mal, un perfil.

            Escribir es traducir ideas a un registro material, que se pueda descifrar a través de la lectura, haciendo uso de un lenguaje. Esta definición de entrada me parece inapropiada para el propósito de este texto "Cómo escribir un perfil", no es mi intención provocarle más llantos, así que utilicemos una definición más artesanal. Escribir es dibujar las letras y signos de puntuación de un alfabeto determinado. Con estos dibujos básicos usted puede generar estructuras más complejas, que son las palabras y oraciones de un lenguaje determinado. Un texto no es más que un conjunto ordenado de palabras y oraciones, que ahora sí puede funcionar como el registro (o testimonio) de ideas. Por extensión, podemos reafirmar que un perfil es un conjunto ordenado de palabras y oraciones cuyo tema es la vida de una persona. Es por eso que este paso se torna fácil si usted ha tomado notas, o si ha utilizado un grabador, porque en ese caso usted ya dispondrá de las palabras, y en algunos casos, inclusive, de oraciones que puede utilizar para elaborar un registro o testimonio, de las ideas que usted tenga acerca de su sujeto perfilado. Todo lo que tiene que hacer es dibujar las letras y la puntuación. Por el lenguaje no se preocupe, sólo podrá escribir con los lenguajes que usted conozca. Es muy raro que le salga un perfil escrito con un alfabeto desconocido, en ese caso, no se preocupe, pero por las dudas consulte a un neurólogo, o a un sacerdote.

            Con respecto a la redacción, sepa que a la gente se la conoce a través de los datos personales y de las cosas compartidas, por lo tanto, una buena estructura para ordenar el texto combina datos biográficos con referencias a la cultura compartida. Por ejemplo, se puede decir "Fulanito vivió su infancia durante los años noventa, pleno apogeo de programas de televisión como Cebollitas o Chiquititas"; de esta forma, se puede referenciar al mismo tiempo a la persona y su contexto. La información que deberá estructurar estará en sus notas.

            Todo esto puede parecer una tarea agobiante, por eso me interesa regresar al punto de que no es necesario que así sea. Escribir es una tarea que se puede disfrutar. La mayoría de las veces el terror de la hoja en blanco proviene no de la cabeza vacía del escritor sino de la situación de escritura inapropiada. Relájese, tómese el tiempo de una ducha, prenda la estufa, cámbiele las piedritas al gato, póngase música, sírvase una taza de algo calentito o cómase algo rico. Para escribir este texto, por ejemplo, me preparé dos sándwiches de bondiola y lechuga, de pan lactal, con un poquito de mayonesa. El sabor suave y fresco de la lechuga contrasta a la perfección con lo salado de las fetas de bondiola, y la mayonesa; bueno, es un placer culposo. Tenía el plato con los sándwiches al costado del cuaderno, donde escribí las notas para este texto. Ahora, en la computadora, tengo al costado del teclado la servilleta que usé para limpiarme después de terminar los sándwiches. El texto está casi terminado. Escribo a propósito sobre comida porque me interesa hacer una analogía para abordar un último punto en este tercer paso: el estilo del texto. El estilo puede parecer innecesario. Hacerle chistes al lector sobre llantos y mocos nada tiene que ver con la escritura de un perfil. En cambio, podría simplemente escribir una lista, muy corta, de los tres pasos a seguir y luego redactar un párrafo para cada uno de ellos, pero sepa que el estilo es como el repulgue de una tarta de jamón, queso, tomate y huevo; la sustancia siempre va a estar en los ingredientes, la materia prima que uno use, pero sin el repulgue la tarta se desarma y el relleno se desparrama. Si uno logra incorporar en la estructura de un texto una idea ajena al tema que se está tratando (puede ser un chiste o una metáfora, como la de los ingredientes y la materia prima, por ejemplo), el estilo se convierte en una herramienta más para organizar la información. El estilo es un juego, que le permite recrearse durante el proceso de escritura, por eso es muy importante que pare de llorar y sepa que la escritura se puede convertir en una tarea divertida.